Razón

[Razón:] ¡Oh, Amor! —dice Razón que no entiende más que lo basto y deja lo sutil—, ¿qué maravilla es esta? Esta Alma no tiene ningún sentimiento de gracia ni deseo del espíritu, puesto que se ha despedido de las Virtudes que proporcionan la manera de vivir bien a toda alma buena. Sin las Virtudes nadie puede salvarse ni llegar a la perfección de vida, y quien las posee no puede ser engañado; sin embargo, esta Alma se despide de ellas. ¿No está fuera de sentido el Alma que así habla?

Amor: Ciertamente no —dice Amor—, pues Almas tales poseen todas las Virtudes mejor que cualquier otra criatura, pero ya no las practican, pues no les pertenecen como solían; han estado sujetas a ellas lo suficiente como para ser libres de ahora en adelante.

Razón: ¡Oh, Amor! —dice Razón—, ¿cuándo estuvieron sujetas?

Amor: Cuando permanecieron en el amor y la obediencia a vos, dama Razón y también a las otras Virtudes; y tanto permanecieron que se hicieron libres.

Razón: ¿Y cuándo se hacen libres? —dice Razón.

Amor: Cuando Amor habita en ellas y las Virtudes les sirven sin contradicción y sin esfuerzo de estas Almas.

¡Ay, Razón! Sin duda —dice Amor—, esas Almas que han llegado a ser así de libres han sabido durante largo tiempo lo que suele hacer Dominio; a quienes les preguntasen por el mayor tormento que pueda sufrir una criatura, responderían: permanecer en Amor y estar bajo la obediencia de las Virtudes. Pues es necesario dar a las Virtudes cuanto piden, por mucho que le cueste a Naturaleza. Y resulta que las Virtudes piden honor y haber, corazón, cuerpo y vida; es decir, piden que esas Almas dejen todas esas cosas y aun le dicen a esa Alma, que les ha dado todo esto y no ha retenido nada con que confortar a Naturaleza, que «a duras penas se salva el justo». Y por ello esa Alma consternada, que aún está al servicio de las Virtudes, dice que querría verse dominada por Temor y ser atormentada en el infierno hasta el juicio si después había de salvarse.

Y esto es verdad —dice Amor—; en una sujeción así vive el Alma sobre la que las Virtudes tienen poder. Pero las Almas de las que hablamos han puesto en su sitio a las Virtudes, pues estas Almas no hacen nada por ellas. Sino que son las Virtudes las que hacen todo lo que las Almas quieren, sin dominio ni contradicción, pues las Almas son sus dueñas.

Margarita Porete. El espejo de las almas simples

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