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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Alguna motivación

Cuando comienzan a orar tienen que tener alguna motivación. Tienen que tener un objetivo que les permita continuar, un empujón para comenzar el camino. No hay mejor incentivo que el alcanzar este estado de armonía interior y exterior. La paz es un objetivo noble y al mismo tiempo unificador. En muchas de las Sagradas Escrituras, tanto dentro  de las tradiciones  orientales  como de las occidentales,  esta meta es descripta como un estado de bendición, de gloria, de salvación o simplemente de vida. La sensación es estar plena y humanamente vivos. Entonces, si necesitan una motivación para orar, ésa debería ser la mejor de las motivaciones. Pero una vez que comienzan a orar regular y diariamente, comenzarán  a darse cuenta de que la oración opera por su propia dinámica. Una vez que hayan comenzado a orar, se darán cuenta de que cada vez tienen  menos demandas y que ya no buscan recompensas. Oramos simplemente porque  ésta es la forma más clara que he­mos encontrado para alcanzar la se

El camino es simple

El camino es simple. Requiere cierta conciencia de su importancia, una dosis de humildad para comenzar y una cierta fidelidad y coraje para perseverar; la voluntad, sobre todo, de dejarnos conducir a la plenitud. Todas éstas son cualidades humanas esenciales y son las condiciones necesarias para cualquier contacto fructífero con la vida. El camino es un camino común. No oramos para hacer de la vida algo sensacionalista, sino para percibir la vida en todos sus aspectos como lo que es: un gran misterio. Nuestro  mayor peligro y nuestra mayor tentación es complicarla. Pero si estamos verdaderamente  en el camino, si la pobreza de la oración es el centro de nuestras vidas­, seremos cada vez más simples. Veremos cada vez más profundamente la simplicidad de la llamada de Jesús a cada uno de nosotros, animán­donos a dejar todo de lado para seguirlo a la infinita libertad de su unión con el Padre. John Main OSB. Silencio y quietud

Ser como niños

La forma en que nuestra tradición nos enseña a acercarnos a esta autorrevelación de Dios consiste en ser como niños, humildes, sin pensar, analizar o razonar. Esto lo alcanzamos por medio de la cons­tante y simple repetición de nuestra palabra. Entonces, para orar, necesitamos sentamos en quietud con la espalda erguida. Al principio podrán querer rascarse la nariz o la oreja, pero deberán dejar todo de lado. Simplemente, siéntense en quietud. Luego deberán aprender a repetir vuestra palabra. Descubrirán, cuando avancen en la práctica, que estarán repitiendo el mantra en un nivel, mientras que en otro nivel habrá pensamientos dando vueltas por debajo y por encima de vuestra palabra. Ignórenlos a todos. Repitan su oración. Éste es el arte de la oración: repetir la palabra en el ojo silencioso de la tormenta. El misterio de la oración  es que somos conducidos a experi­mentar la quietud de la unidad por medio de la palabra, que es corno el sonido armonioso de Dios en nuestros  corazon

Comprender la oración

He  descubierto  que los primeros  que comprenden  lo que es la oración son los no cristianos o las personas que no profesan ninguna religión. Para la mayoría de las personas que concurren a la Iglesia y para muchos sacerdotes, monjes y hermanas, la oración suena al principio como una técnica sospechosa de oración, como un nuevo método engañoso, o como una clase de terapia de relajación que, definitivamente, no puede llamarse cristiana. Este es el cuadro de situación: desesperante. Muchos son los cristianos que han perdido contacto con su propia tradición de oración. Ya no nos beneficiamos como deberíamos de la sabiduría y del consejo experimentado de los grandes maestros de oración. Todos estos maestros nos enseñaron que, en la oración, no somos nosotros los que tomamos la iniciativa. No estamos hablándole a Dios. Estamos escuchando Su palabra en nuestro interior. No lo estamos buscando. Es Él quien nos ha encontrado. Walter Milton lo expresó muy simplemente  en el siglo XIV. Escri

El camino es simple

El camino es simple. Requiere cierta conciencia de su importancia, una dosis de humildad para comenzar y una cierta fidelidad y coraje para perseverar; la voluntad, sobre todo, de dejarnos conducir a la plenitud. Todas éstas son cualidades humanas esenciales y son las condiciones necesarias para cualquier contacto fructífero con la vida. El camino es un camino común. No oramos para hacer de la vida algo sensacionalista, sino para percibir la vida en todos sus aspectos como lo que es: un gran misterio. Nuestro  mayor peligro y nuestra mayor tentación es complicarla. Pero si estamos verdaderamente  en el camino , si la pobreza de la oración es el centro de nuestras vidas­, seremos cada vez más simples. Veremos cada vez más profundamente la simplicidad de la llamada de Jesús a cada uno de nosotros, animán­donos a dejar todo de lado para seguirlo a la infinita libertad de su unión con el Padre. John Main OSB. Silencio y quietud

Atestados de distracciones

Una de las primeras cosas que descubrimos al comenzar a orar es que estamos atestados de distracciones y que no es tan fácil ir más allá de ese nivel superficial de los análisis y planificaciones del ego, hacia lo profundo. Es humillante descubrir que después de toda nuestra educación, con todos los títulos alcanzados en tantas áreas de capacitación, no podamos permanecer en quietud más de unos instantes, mientras nuestra mente deambula creando fantasías ridículas con pensamientos  que circulan por todos nuestros niveles mentales. No podemos permanecer en quietud. Cuando comenzamos a orar y descubrimos esto, se nos presentarán inmediatamente dos tentaciones enfrentadas. La primera será abandonar completamente y decir: "No tiene sentido, no vale la pena, esto me supera". La segunda tentación será decir: "Analizaré lo que está pasando". La primera tentación  nos conduce  a la desesperación  o a evadir el desafío. La segunda es la tentación que nos conduce a la autoob

La tradición meditativa

Lo que la tradición meditativa tiene para comunicarnos es que Dios no es un problema, ni nuestra vida es un problema. Dios es un misterio y nuestra vida es un misterio. En presencia del misterio lo único que tenemos que hacer es dejarlo estar. Concédanle al misterio ser en toda su plenitud. Déjenlo revelarse. Cuando oramos eso es exactamente lo que hacemos. Dejamos a Dios ser Dios. Nos dejamos estar en su presencia. Ese es su extraordinario poder. John Main OSB. Silencio y quietud