Orar para ser la persona que estamos llamados a ser

Ocurre algunas veces que, a medida que oramos, especialmente en nuestros comienzos, somos invadidos por una profunda paz. Entonces decimos: "'Esto es maravilloso. ¿A dónde me llevará? ¿De qué se trata esto? Lo experimentaré". En ese momento, dejan de repetir la oración y lo más probable es que, cuando eso ocurra, la sensación de paz se habrá ido o se convertirá en un simple recuerdo. Pero ocurren aun cosas peores, porque,  habiendo  perdido esa sensación de paz, estarán determinados a recapturarla. Comenzarán, entonces, a repetir la palabra con mayor fuerza e intensidad, más egocéntricamente para tratar de alcanzar esa paz nuevamente.
Sin embargo, la oración, como la describió San Juan de la Cruz, es un camino de desposesión. No estamos tratando de poseer la paz o a Dios, ni buscamos obtener gracias, consuelo o algo en particular. No estamos pidiendo nada. Oramos  porque es necesario que medite­mos, por lo tanto, meditemos sin demandas, renunciando a cualquier clase de objetivos materialistas. El único motivo para orar es que oramos para ser.  Orar para ser la persona que estamos llamados a ser, desde la perspectiva cristiana, es una vocación maravillosa. Y esa persona es una persona libre que acepta y responde plenamente al don de la propia creación.

 John Main OSB. Silencio y quietud

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