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Mostrando entradas de noviembre, 2020

Amor

[Amor:] A quien preguntase a estas Almas libres, seguras y pacíficas, si querrían estar en el purgatorio, le responderían que no; si querrían estar en esta vida con la certitud de salvarse, le responderían que no; o si querrían estar en el paraíso, le responderían que no. Pero ¿con qué habrían de quererlo? No tienen en absoluto voluntad y si quisieran algo se alejarían de Amor; pues aquel que posee su voluntad conoce lo que es bueno para ellas y eso les basta, sin que lo sepan ni tengan la seguridad. Estas Almas viven de conocimiento, amor y loor; esta es su continua práctica sin que se muevan de sí mismas, pues Conocimiento, Amor y Loor habitan en ellas. Tales Almas no se saben encontrar buenas o malas, ni tienen conocimiento de sí mismas, ni sabrían juzgar si han sido convertidas o pervertidas. Amor: Para hablar con brevedad, tomemos por ejemplo un Alma —dice Amor— que no desee ni desprecie pobreza ni tribulación, ni misa ni sermón, ni ayuno ni oración, y le dé a Naturaleza cuanto le

Razón

[Razón:] ¡Oh, Amor! —dice Razón que no entiende más que lo basto y deja lo sutil—, ¿qué maravilla es esta? Esta Alma no tiene ningún sentimiento de gracia ni deseo del espíritu, puesto que se ha despedido de las Virtudes que proporcionan la manera de vivir bien a toda alma buena. Sin las Virtudes nadie puede salvarse ni llegar a la perfección de vida, y quien las posee no puede ser engañado; sin embargo, esta Alma se despide de ellas. ¿No está fuera de sentido el Alma que así habla? Amor: Ciertamente no —dice Amor—, pues Almas tales poseen todas las Virtudes mejor que cualquier otra criatura, pero ya no las practican, pues no les pertenecen como solían; han estado sujetas a ellas lo suficiente como para ser libres de ahora en adelante. Razón: ¡Oh, Amor! —dice Razón—, ¿cuándo estuvieron sujetas? Amor: Cuando permanecieron en el amor y la obediencia a vos, dama Razón y también a las otras Virtudes; y tanto permanecieron que se hicieron libres. Razón: ¿Y cuándo se hacen libres? —dice Razó

Esta Alma

Esta Alma —dice Amor— no se cuida de vergüenza ni de honor, de pobreza ni de riqueza, de alegrías ni penas, de amor ni odio, de infierno ni paraíso. Razón: ¡Ah, por Dios, Amor!, ¿qué significa lo que estáis diciendo? Amor: ¿Qué significa? —dice Amor—. Ciertamente eso lo sabe aquel al que Dios le dio entendimiento y ningún otro, pues las Escrituras no lo enseñan, ni sentido humano lo comprende, ni el esfuerzo de las criaturas logra entenderlo o comprenderlo, puesto que es un don concedido por el Altísimo en el que la criatura es arrebatada por la plenitud del conocimiento y no queda nada en su entendimiento. Y esta Alma, que se ha convertido en nada, lo tiene todo y por ello no tiene nada, lo quiere todo y no quiere nada, lo sabe todo y no sabe nada. Razón: ¿Y cómo puede ser, dama Amor —dice Razón—, que esta Alma pueda querer lo que dice este libro si antes ha dicho de ella que no tiene en absoluto voluntad? Amor: Razón  —dice  Amor—,  no  es  su  voluntad quien  lo  quiere,  sino  que 

Virtudes

Virtudes, me despido de vosotras para siempre, Tendré el corazón más libre y más alegre, Serviros es demasiado costoso, lo sé bien. Puse en otro tiempo mi corazón en vosotras, sin reservas, Era vuestra, lo sabéis, a vosotras por completo abandonada, Era entonces vuestra sierva, ahora me he liberado. Tenía puesto en vosotras todo mi corazón, lo sé bien, Pues viví por entonces en un gran desfallecer. Sufrí grandes tormentos mientras duró mi pena, Es maravilla que haya escapado con vida, Pero, como es así, poco importa ya: me he separado de vosotras, Doy por ello las gracias al Dios de las alturas; el día me es favorable, Me he alejado de vuestros peligros, en los que me hallaba con gran contrariedad. Nunca fui libre hasta que me desavecé de vosotras; Partí lejos de vuestros peligros y permanecí en paz.  Margarita Porete. El espejo de las almas simples

Cuanto conoce

Cuanto conoce, ama y goza el alma de la divina bondad vuela con esas alas; y se mantiene erguida porque está siempre mirando a Dios; y sentada porque permanece siempre en la voluntad divina. ¡Ah! ¿Y de qué o cómo podría tal Alma tener miedo? En verdad, ella no podría ni debería temer ni dudar nada, pues suponiendo que estuviera en el mundo, y que fuera posible que el mundo, la carne, el diablo y los cuatro elementos, los pájaros del aire y las bestias que mudan la piel la atormentasen, despedazasen y devorasen, aun así ella no podría perder nada si le queda Dios. Pues él es todo en todas partes, todo poder, toda sabiduría y toda bondad. Él es nuestro padre, nuestro hermano y nuestro leal amigo. Él es sin comienzo. Incomprensible sino por sí mismo. Él es sin fin. Tres personas en un solo Dios; y tal es —dice esta Alma— el amigo de nuestras almas. Margarita Porete. El espejo de las almas simples

Amor

Amor: Caridad no obedece a ninguna cosa creada sino solo a Amor. Caridad no tiene nada propio y, suponiendo que tenga algo, no dice nunca que sea suyo. Caridad deja de lado su propia necesidad y acude a cumplir la de otro. Caridad no pide remuneración a criatura alguna por un bien o placer que le otorgue. Caridad no conoce vergüenza, ni miedo, ni dolor; es tan recta que no puede quebrarse ante nada que le acontezca. Caridad no hace ni se preocupa de nada de cuanto está bajo el sol, todo el mundo es para ella lo que le resta y lo que le sobra. Caridad da a todos cuanto tiene de valor y no se queda con nada y a menudo promete lo que no tiene, a causa de su gran generosidad y con la esperanza de que a quien más da, más le queda. Caridad es comerciante tan sabia que gana siempre allí donde otros pierden, escapa de las ataduras que atan a otros y así abunda en aquello que place a Amor. Y fijaos que aquel que tuviese caridad perfecta vería morir en él el apego a la vida del espíritu por obra

En primer lugar

En primer lugar, que le amemos con todo nuestro corazón. Es decir, que nuestros pensamientos estén puestos siempre en él de forma verdadera. Y con toda nuestra alma. Es decir, que aunque nos cueste la vida no digamos más que la verdad. Y con toda nuestra virtud. Es decir, que hagamos todas nuestras obras puramente por él. [Que nos amemos] a nosotros mismos como debemos. Esto es, que haciéndolo no busquemos nuestro  provecho,  sino  la  perfecta  voluntad de  Dios.  Y a  nuestro  prójimo  como  a nosotros mismos. Es decir, que no hagamos, ni pensemos, ni digamos de nuestro prójimo lo que no querríamos que se nos hiciera a nosotros. Estos mandamientos son necesarios para la salvación de todos: una vida inferior a ellos no puede merecer la gracia. Margarita Porete. El espejo de las almas simples

Sabrás que el fondo

Sabrás que el fondo de nuestra alma es el asiento de nuestra felicidad. Allí nos manifiesta el Divino Señor las maravillas. Allí nos ahogamos y perdemos en el mar inmenso de Su infinita bondad, en quien quedamos estables e inmóviles. Ahí reside la inefable fruición de nuestra alma y la inminente y amorosa quietud y descanso. El alma humilde y resignada que llegó a este fondo, ya no busca sino el grado puro de Dios, y el divino y amoroso espíritu la enseña de todas las cosas su suave y viva unión. Miguel de Molinos . Guía espiritual

No te aflijas

No te aflijas demasiado y con inquietud porque continúen estos martirios atroces; persevera en humildad y no te salgas fuera a buscar la ayuda, que todo tu bien está en callar, sufrir y tener paciencia, con quietud y resignación. Ahí hallarás la fortaleza divina para superar esta guerra tan acerba ; dentro de ti está el que por ti pelea, que es la misma fortaleza. Miguel de Molinos . Guía espiritual

Pero ¡ay, alma bendita!

Pero ¡ay, alma bendita ! , si tú supieses cuánto eres amada y defendida de aquel divino Señor en medio de tus amorosos tormentos, los experimentarías tan dulces que sería necesario que hiciese Dios un milagro para que vivieses. Se constante, ¡oh alma dichosa!, sé constante, ten buen ánimo, aunque a ti misma seas insufrible, serás amparada de aquel sumo bien, y también enriquecida y amada, como si no tuvieras otra cosa que hacer, que encaminarte a la perfección, por los grados más altos del amor. Miguel de Molinos . guía espiritual

No es la perfección

No es la perfección la que nos lleva a Dios, sino la perseverancia. La regla de San Benito: vocación de eternidad. Johan Chittister, OSB

Muchas almas

Muchas almas emprendieron y emprenden cada día este camino y perseveran mientras gustan las sabrosa dulzura de la miel y del fervor primitivo; pero apenas cesa esa suavidad y placer sensible, por la tempestad que sobreviene de la tribulación, tentación y sequedad, necesarias para llegar al monte de la perfección, cuando declinan y vuelven las espaldas al camino: señal manifiesta de que se buscaban a sí mismas y no a Dios y a la perfección. Miguel de Molinos. Guía espiritual

Tres formas...

Tres formas hay de silencio: el primero de palabras; el segundo, de deseos, y el tercero, de pensamiento. En el primero, de palabras, se alcanza la virtud; en el segundo, de deseos, se consigue la quietud; en el tercero, de pensamientos, el recogimiento interior. No hablando, no deseando, no pensando, se llega el verdadero y perfecto silencio místico, en el cual habla Dios con el alma, se comunica y la enseña en su más íntimo fondo la más perfecta y alta sabiduría. Miguel de Molinos. Guía espiritual

La conciencia

La conciencia de Dios es el tema central de la percepción de la vida espiritual propia de San Benito de Nursia. La postura de Benito es tan sorprendente como simple: no basta con estar sin pecado. Tener la mente impregnado de Dios es más importante. Aunque es importante evitar el discurso acerbo, las malas acciones, las exigencias de la carne y el orgullo del alma, más vital para alimentar el fuego espiritual es tener presente que el Dios al que buscamos nos tiene presentes. La santidad, en otras palabras, no es atletismo moral, sino una relación consciente con el Dios consciente, pero invisible. La teología es vivificante y liberadora: no se trata, como se deduce de esta postura, de ser lo suficientemente buenos para llegar a un Dios que está fuera de nosotros, sino de llegar al Dios interior, cuyo amor nos impulsa hacia el bien. Joan Chittister. OSB. La regla de San Benito: vocación de eternidad

De manera...

De manera que siempre continúa la oración (dice Santo Tomás) aunque la imaginación ande vagueando con pensamientos infinitos, mientras no se quieran ni dejen el lugar ni la oración, y se cambia la primera intención de estar con Dios. Miguel Molinos. Guía espiritual

Guarde silencio

Guarde silencio mi alma y vaya más allá de sí misma, ¡no pensándose!   San Agustín. Confesiones 

Cuántos han comenzado

Cuántos han comenzado este dichoso trato de la oración y el recogimiento interior y lo han dejado, tomando por pretexto el tiempo que los pensamientos les desperdician, que no es para ellos la oración, porque no hallan ningún sentimiento de Dios, ni pueden discurrir, pudiendo creer, callar y tener paciencia; todo lo cual no es otra cosa que con ingratitud ir en busca de los placeres sensibles, dejándose llevar del amor propio, buscándose a sí mismos y no a Dios, por no padecer un poco de pena y sequedad, sin darse cuenta de la pérdida infinita que sufren, pues por un mínimo acto de reverencia hecho a Dios en medio de la sequedad reciben un premio eterno. Miguel de Molinos. Guía espiritual

¡Qué dichosa será tu alma!

¡Qué dichosa será tu alma y qué bien empleada estará si se entra dentro y se está en su nada allá en el centro y parte superior, sin advertir lo que hace; si está recogida o no; si le va bien o le va mal; si obra o no obra; sin mirar, ni cuidar, ni atender a cosa de sensibilidad!  Entonces el entendimiento cree con acto puro y la voluntad ama con amor perfecto, sin ningún impedimento, invitando a que el acto puro y continuado de meditación y amor que los Santos dicen tienen los bienaventurados en el cielo, sin más diferencia que verle ellos allá cara a cara y aquí el alma con el velo de la fe oscura. Miguel de Molinos. Guía espiritual

Aunque no puedas

Aunque no puedas salir del afán  de los pensamientos, ni sientas luz, consuelo, ni sentimiento espiritual, no te aflijas, ni dejes el recogimiento, porque son acechanzas del enemigo: resígnate entonces con fortaleza, padece con paciencia y persevera en Su presencia que mientras de esta manera perseverares tu alma progresa interiormente. Pensarás, por salir seco de la oración, de la misma manera que la comenzaste, que es falta de preparación, y que no sacas fruto. Es engaño, porque el fruto de la verdadera oración no está en gustar de la luz, ni tener noticia de las cosas espirituales; pues éstas se pueden hallar en el entendimiento especulativo, sin la verdadera virtud y perfección; solamente consiste en padecer con paciencia y perseverar en fe y silencio, creyendo que estás en la presencia del Señor, volviendo a Él tu corazón con quietud y pureza de intención, que mientras de esta manera perseverares tienes la única preparación y disposición que en este tiempo necesitas y obtendrás un

El recogimiento

El recogimiento interior es fe y silencio en la presencia de Dios.  Por eso te debes habituar a recogerte en su presencia con una atención amorosa, como quien se entrega y se une a Dios con reverencia, humildad y sumisión, mirándole dentro de ti mismo en lo más íntimo de tu alma, sin orden, modo ni figura, en vista y naturaleza general de fe amorosa y oscura, sin alguna distinción de perfección o atributo. Allí estarás con atención y vista sencilla, con advertencia tranquila y lleno de amor a Dios, resignándote y entregándote en sus manos. Para que disponga y ordene de ti según su beneplácito, sin hacer reflexión de ti mismo, ni aún a la misma perfección. Allí cerrarás los sentidos, poniendo en Dios el cuidado de todo tu bien, con una soledad y olvido total de todas las cosas de esta vida. Finalmente, la fe ha de ser pura, sin imágenes ni especies, sencilla, sin discursos y universal, sin reflexión de cosas distintas. Miguel de Molinos. Guía espiritual

Hay dos formas de tinieblas

Hay dos formas de tinieblas: unas infelices y otras felices. Las primeras son las que nacen del pecado, y estas son desdichada, porque conducen al cristiano al precipicio eterno.  Las segundas son las que el Señor permite en el alma para fundarla y establecerla en la virtud; y estas son dichosas, porque la iluminan, la fortalecen y ocasionan mayor luz; por lo tanto, no has de turbarte, afligirte ni desconsolarte por verte en oscuridad y tinieblas, ni pienses que te falta Dios o la luz que antes experimentabas; antes bien, debes entonces perseverar con constancia en la oración, porque esta es una clara señal de que Dios por su misericordia quiere introducirte a la senda interior y el camino dichoso del paraíso. ¡Oh que dichoso serás si te aferras a ella con paz y resignación, como instrumentos de la quietud perfecta, de la luz verdadera y de tu todo bien espiritual! Miguel de Molinos. Guía Espiritual 

No creas cuando tienes sequedad

No creas cuando tienes sequedad y oscuridad en la presencia de Dios que no haces nada, que pierdes el tiempo y que estás inactivo, porque esta inactividad del alma, según dice San Bernardo, es el negocio de los negocios de Dios. Ni se ha de decir que el alma está inactiva, porque aunque no obra activa, obra en ella el Espíritu Santo. Además, no está sin ninguna actividad, porque obra, aunque espiritual, sencilla e íntimamente. Porque estar atenta a Dios, llegarse a él, seguir sus inspiraciones internas, recibir sus influencias divinas, adorarle en su centro íntimo, venerarle con afecto piadoso de la voluntad, arrojar tantas y tan fantásticas imaginaciones que ocurre en el tiempo de la oración, y vencer con la suavidad y el desprecio tantas tentaciones, todos son actos verdaderos, aunque sencillos y totalmente espirituales y casi imperceptibles, por la tranquilidad grande con que el alma los produce. Miguel de Molinos. Guía espiritual

Sabrás que hay dos maneras...

Sabrás que hay dos maneras de oración: una tierna, agradable, amorosa y llena de sentimientos; la otra oscura, seca, desolada, tentada y tenebrosa. La primera es para principiantes, la segunda para los avanzados y los que caminan hacia la perfección. La primera la da Dios para ganar las almas, la segunda para purificarlas. Con la primera trata como niños y miserables, con la segunda los comienza tratar como personas fuertes. (...)  La segunda no procurando dulzura sensible, para que las personas maduras peleen y batallen contra las propias pasiones para conquistar y alcanzar la perfección, que es empleo propio de personas adultas. Ten por seguro que la sequedad es el instrumento de tu bien; porque está libre de sensibilidad, lo cual es estorbo que hace detener el vuelo casi a todos los espirituales, y aún los hace volver atrás y dejar la oración, como se ve en muchísimas almas que perseveran solamente mientras gustan el consuelo sensible. Sabe que el Señor se vale del velo de las seque

Sin la oración

Sin la oración, todas las virtudes son como árboles sin tierra porque la oración es la tierra que permite crecer a todas las virtudes. La Oración del corazón . Jean Lafrance

El patriarca Atenagoras

El patriarca Atenagoras , que era un hombre de oración y también de relación, capaz de manifestar a sus hermanos la ternura de Dios, decía a propósito de la pobreza como condición para el amor: “Hay que pelear la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo. Hay que conseguir desarmarse.Yo he mantenido esta guerra durante años y ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado. Ya no tengo miedo de nada porque el amor expulsa el miedo. Estoy desarmado de la voluntad de tener razón, de justificarme descalificando a los demás. He dejado de vivir preocupado, celosamente crispado por mis riquezas. Acojo y comparto. No me apego de modo particular a mis ideas ni a mis mis proyectos. Si me presentan otros mejores, o sin ser los mejores, buenos, los acepto sin pena. He renunciado a las comparaciones. Lo que es bueno, real, verdadero, es para mí siempre lo mejor. Por eso no tengo miedo. Cuando no se tiene nada, ya no se tiene miedo. Si uno se desarma, se vacía; si se abre al Dios-Hombre que h

La confianza

La confianza consiste en dar preferencia permanentemente a otra luz distinta de la nuestra. Lo importante en la fe es la adhesión inenarrable a la palabra de Dios. El movimiento de la fe debe, pues, realizarse en todo momento en nuestro corazón. Para ello, es preciso renunciar a entender a todos los niveles, para entender según una luz que Dios nos da. Es muy difícil, pero esto nos abre la puerta del paraíso. En la epístola a los hebreos podemos leer el elogio de los testigos de la fe, que no se miran a sí mismos: “ Fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe”(Hb 12,2). La fe supone humildad, pues los actos de confianza son privilegio de los humildes. Mediremos nuestra humildad por nuestra confianza porque, para tener confianza, es preciso no mirarse a uno mismo, sino únicamente a Dios y a lo que Él quiere hacer. La dificultad de la fe es la misma que la de la humildad: se trata siempre de dar preferencia al pensamiento de Dios y no al nuestro. La Oración del corazón . Jean

Para orar

Para orar , ni siquiera es necesario tener fe, pues es la propia Oración la que nos la concede. La oración del corazón. Jean Lafrance

Cuando tenemos una pena

Cuando tenemos una pena, una tentación, una prueba o una alegría, ¿nuestro primer movimiento es salir de ella, o nos ponemos de rodillas para alabar a Dios, para suplicarle que mueva nuestro espíritu y nuestro corazón de acuerdo con su voluntad? ¿Oramos por todas las personas que nos encontramos? En otras palabras, ¿sabemos transformar en oración nuestras impresiones, nuestros sufrimientos y toda nuestra vida?   La oración del corazón. Jean Lafrance 

Los que se han entregado

Los que se han entregado del todo porque tienen sed, y tienen sed porque lo han dado todo (por lo menos en la intención), fácilmente tienen la impresión desesperante de fracasar en su esfuerzo de oración y recogimiento, precisamente porque en el fondo de sí mismos, querrían que este recogimiento fuese perpetuo, absoluto, devorador y definitivo como una inversión en el océano, lo que evidentemente no es posible en esta tierra. Para ellos, este “ fracaso “ no es un fracaso, sino un exilio sin nombre, una angustia calmada, aunque fugazmente, una sed devoradora y a la vez una esperanza irreprimible que anima su alegría.   La oración del corazón. Jean Lafrance 

Dice San Juan Climaco...

Dice San Juan Climaco: “ Dios concede el don de la oración al que ora “. No es posible enseñar a orar a otro, como tampoco es posible enseñarle a amar, a alegrarse o a llorar. Sencillamente, hay que dejar que la vida trinitaria respire en nosotros. Solo el Espíritu Santo, escondido en el fondo de nuestro corazón, puede enseñarnos a orar. La única cosa que podemos hacer, es disponernos a coger el don de la oración. No hay más que una sola palabra para los que quieren aprender a orar: “perseverar“.   La oración del corazón. Jean Lafrance