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Mostrando entradas de junio, 2020

Mientras en el mundo

Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones: por lo cual está escrito en Job: tentación es la vida del hombre sobre la tierra. Por eso cada uno debería tener mucho cuidado acerca de sus tentaciones y velar en oración (…) Ninguno hay tan perfecto ni tan santo que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir sin ellas. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Pero yo no era humilde

Pero yo no era humilde y por eso no podía entender a un Cristo humilde, ni captar lo que El nos enseña con su debilidad. Porque tu Verbo, eterna verdad y supereminente sobre lo más excelso que hay en tu creación, levanta hacia sí a quienes se le someten. Siendo la excelsitud misma, quiso edificarse acá en la tierra una humilde morada de nuestro barro por la cual deprimiese el orgullo de los que quería atraer a sí y los sanara nutriéndolos en su amor; para que no caminaran demasiado lejos apoyados en su propia confianza, sino que más bien se humillaran al ver a sus pies a una persona divina empequeñecida por su participación en la vestidura de nuestra piel humana; para que sintiéndose fatigados se postraran ante ella y ella levantándose, los levantara. San Agustín. Confesiones

Por eso debía...

Por   eso   deb í a   uno   a f i rm a r se   de   t al   m ane r a   en   Dios,  q ue no le  f uese necesa r io buscar   m uchas consolaciones  hu m anas.   Cuando   el   ho m b r e   de   buena   v olun t ad   es   a tr i bulado,   o   t en t ado,   o   a f li g ido con   m alos  pensa m ien t os;   en t onces   conoce   t ener   de   Dios   m a y or     necesidad,   e x pe r i m en t ando  q ue sin EI   no   puede haber   nada   bueno. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

El alimento

El alimento que yo no podía alcanzar no era otro que tu propio Verbo por quien hiciste todas las cosas, el cual al hacerse hombre y habitar en nuestra carne (Jn 1, 14) se hizo leche para nuestra infancia. San Agustín. Confesiones

Bueno es

Bueno es que algunas veces nos sucedan cosas adversas y vengan contrariedades, porque suelen atraer al hombre al corazón, para que se conozca desterrado y no ponga su esperanza en cosa alguna del mundo. Bueno es que padezcamos a veces contradicciones y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario ayudan a la humildad y nos defienden de la vanagloria. Porque entonces mejor buscamos a Dios por testigo interior, cuando por de fuera somos despreciados de los hombres, y no nos dan crédito. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Andaba yo...

Andaba yo en busca de alguna manera de adquirir la energía necesaria para gozar de ti, pero no pude encontrarla mientras no pude admitir que Jesucristo es mediador entre Dios y los hombres; que está sobre todas las cosas y es Dios bendito por todos los siglos (1Tm 2, 5; Rm 9, 5). Y Cristo me llamaba diciendo: yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). San Agustín. Confesiones

Si cada año...

Si cada  año  desarraigásemos un vicio presto seríamos perfectos. Mas ahora, al contrario, muchas  veces experimentamos  que  fuimos  mejores  y  más  puros  en  el  principio  de  nuestra conversión que después de muchos años de profesos. Nuestro fervor y aprovechamiento cada día debe crecer; mas ahora ya nos parece mucho conservar alguna parte del primer fervor. Si al principio hiciésemos algún esfuerzo, podríamos después hacerlo todo con facilidad y gozo. Grave cosa es dejar la, costumbre; pero, más grave es ir contraria propia voluntad. Mas si no vences las cosas pequeñas y ligeras, ¿cómo vencerás  las dificultosas? Resiste en los principios a tu inclinación, y deja la mala costumbre, porque no te lleve poco a poco a mayor dificultad. ¡Oh, si mirases cuánta paz a ti mismo, y cuánta alegría darías a los otros rigiéndote bien, yo creo que serías más solícito en el aprovechamiento espiritual! Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Pero luego....

Pero luego de esto, mi mente, reconociéndose mudable, se irguió hasta el conocimiento de sí misma y comenzó a hurtar el pensamiento a la acostumbrada muchedumbre de fantasmas contradictorios para conocer cuál era aquella luz  que la inundaba, ya que con toda certidumbre veía que lo inmutable es superior y mejor que lo mudable. Alguna idea debía de tener sobre lo inmutable, pues sin ella no le sería posible preferirlo a lo mudable. Por fin y siguiendo este proceso, llegó mi mente al conocimiento del ser por esencia en un relámpago de temblorosa iluminación. Entonces tus perfecciones invisibles se me hicieron visibles a través de las criaturas, pero no pude clavar en ti fijamente la mirada. Como si rebotara en ti mi debilidad, me volvía yo a lo acostumbrado y de aquellas luces no me quedaba sino un amante recuerdo, como el recuerdo del buen olor de cosas que aún no podía comer. San Agustín. Confesiones

Cuando...

Cuando  alguna  adversidad  se  nos  ofrece,  muy  presto  nos  desalentamos  y  nos volvemos a las consolaciones humanas. Si nos esforzásemos más a pelear como fuertes personas, veríamos sin duda la ayuda del Señor que viene desde el Cielo sobre nosotros. Porque dispuesto está a socorrer a los que pelean y esperan en su gracia, y nos procura ocasiones de pelear para que alcancemos victoria. Si solamente en las observancias de fuera ponemos el aprovechamiento de la vida religiosa, presto se nos acabara la devoción. Más pongamos la seguridad en la raíz, porque, libres de las pasiones, poseamos pacíficas nuestras almas. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Buscando

Buscando pues un fundamento para apreciar la belleza de los cuerpos tanto en el cielo como sobre la tierra, me peguntaba qué criterio tenía yo para juzgar con integridad las cosas mudables diciendo: "esto debe ser así y aquello no". Y encontré que por encima de mi mente mudable existe una verdad eterna e inmutable. De este modo y procediendo gradualmente a partir de los cuerpos pasé a la consideración de que existe un alma que siente por medio del cuerpo y esto es el límite de la inteligencia de los animales, que poseen una fuerza interior a la cual los sentidos externos anuncian sobre las cosas de afuera. San Agustín. Confesiones

Si estuviésemos

Si   es t u v i ése m os   pe r f ec t a m en t e   m ue rt os   a   noso tr os   m i s m os,   y en   lo in t e r i or   desocupados, en t onces  pod r í a m os   g us t ar   las   cosas   di v i nas   y   e x pe r i m en t ar   al g o   de   la   con t e m plación   celes t ial.   El i m pedi m en t o  m a y or   y   t o t al   es   q ue   no   so m os   lib r es   de   nues tr as   inclinaciones   y deseos,   ni   tr aba j a m os por   en tr ar   en   el  ca m i no   pe r f ec t o   de   los   San t os. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Y me admiré

Y me admiré entonces de ver que te amaba a ti y no ya a un fantasma. Pero no era estable este mi gozo de ti; pues si bien tu hermosura me arrebataba, apartábame luego de ti la pesadumbre de mi miseria y me derrumbaba gimiendo en mis costumbres carnales. Pero aun en el pecado me acompañaba siempre el recuerdo de ti y ninguna duda me cabía ya de tener a quien asirme, aun cuando carecía yo por mí mismo de la fuerza necesaria. Porque el cuerpo corruptible es un peso para el alma y el hecho mismo de vivir sobre la tierra deprime la mente agitada por muchos pensamientos (Sb 9, 15). Segurísimo estaba yo de que tus perfecciones invisibles se hicieron, desde la constitución del mundo, visibles a la inteligencia que considera las criaturas y también tu potencia y tu divinidad (Rm 1, 20). San Agustín. Confesiones

Por la experiencia

Por la experiencia he podido comprobar que el pan mismo, bueno como es y agradable al paladar del hombre sano, no le cae bien al  paladar de un hombre enfermo; así como la luz, agradable para el ojo sano, es un martirio para el que está enfermo de los ojos. Tu justicia misma no place a los inicuos que, a la par de las víboras y los gusanos, buenos en sí, tienen afinidad con las partes inferiores de la tierra y tanto más les son afines cuanto más desemejantes son contigo; por la misma manera como los que más se te asemejan mayor conveniencia tienen con las cosas superiores. Al preguntarme pues qué es la maldad me encontré con que no es sustancia alguna, sino sólo la perversidad de un albedrío que se tuerce hacia las cosas inferiores apartándose de la suma sustancia que eres tú y que arroja de sí sus propias entrañas quedándose sólo con su hinchazón. San Agustín. Confesiones

Mucha paz

Mucha paz tendríamos si en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen no quisiésemos meternos. ¿Cómo puede estar en paz mucho tiempo el que se entremete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge? Bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Consideraré

Consideré pues todas las cosas y vi que te deben el ser; que todo lo finito se contiene en ti no como en un lugar, sino abarcado, como en la mano, por tu verdad. Todas son verdaderas en la medida en que algo son y, en ellas no hay falsedad sino cuando nosotros pensamos que son lo que no son. Y vi que cada cosa está bien en su lugar y también en su tiempo y que tú, eterno como eres, no comenzaste a obrar sólo pasados largos espacios de tiempo; pues todos los tiempos, los que ya pasaron y los que van a venir, no vendrían ni pasarían sino porque tú obras y eres permanente. San Agustín. Confesiones

Por eso, velemos y oremos

Por eso, velemos y oremos, no se nos pase el tiempo en balde. Si puedes y conviene hablar, sean cosas que edifiquen. La mala costumbre y la negligencia de aprovechar ayudan mucho a la poca guarda de nuestra lengua. Pero no poco servirá para nuestro espiritual aprovechamiento la devota plática de cosas espirituales, especialmente cuando muchos de un mismo espíritu y corazón se juntan en Dios. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

No hay cordura

No hay cordura en quienes sienten disgusto por alguna de tus criaturas, como no la había en mí cuando me disgustaban algunas de las cosas que tú creaste.  Y  como no se atrevía mi alma a desagradarte a ti, mi Dios, prefería no admitir como tuyo lo que me disgustaba. De ahí me vino la inclinación a la teoría de las dos sustancias, en la cual, por otra parte, no hallaba quietud y tenía que decir muchos desatinos. A vueltas de estos errores me había yo imaginado un dios difuso por todos los lugares del espacio, creyendo que eso eras tú y, ese ídolo abominable para ti, lo había puesto yo en mi corazón como en un templo. Pero luego que alumbraste mi ignorante cabeza y cerraste mis ojos para que no vieran la vanidad (Sal 118, 37), me alejé un poco de mí mismo y se aplacó mi locura. Me desperté en tus brazos y comprendí que eres infinito, pero de muy otra manera; con visión que ciertamente no procedía de mi carne. San Agustín. Confesiones

Excusa cuanto pudieres

Excusa cuanto pudieres el ruido de los hombres; pues mucho estorba el tratar de las cosas del siglo, aunque se digan con buena intención. Porque presto somos amancillados y cautivos de la vanidad. Muchas veces quisiera haber callado y no haber estado entre los hombres. Pero, ¿cuál es la causa que tan de gana hablamos y platicamos unos con otros, viendo cuán pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia? La razón es que por el hablar buscamos ser consolados unos de otros y deseamos aliviar el corazón fatigado de pensamientos diversos. Y de muy buena gana nos detenemos en hablar y pensar de las cosas que amamos o sentimos adversas. Mas, ¡ay dolor!, que muchas veces sucede vanamente y sin fruto; porque esta exterior consolación es de gran detrimento a la interior y divina. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

En ti mismo

En ti mismo no hay, en absoluto, mal alguno. Pero tampoco en el conjunto del universo, pues fuera de ti nada hay que pudiera irrumpir en él y perturbar el orden que tú le impusiste. Sin embargo, en las partes singulares del mundo hay elementos que no convienen con otros y por eso se dicen malos; pero esos mismos tienen conveniencia con otras cosas y para lelas, son buenos, además de que son buenos en sí mismos. Y todos los elementos que entre sí no concuerdan tienen clara conveniencia con esta parte inferior del mundo que llamamos "tierra" la cual tiene porque así es congruente, su cielo lleno de vientos y nubes. Lejos de mí el decir que sólo estas cosas existen. Pero si no viera yo ni conociera más que éstas, de ellas solas tendría motivo para alabarte. Porque manifiestan que eres laudable, en la tierra, los dragones y los abismos, el calor y el frío, el hielo, la nieve y el granizo y el terrible soplo de las tempestades, que obedecen a tu palabra. Que alaben siempre tu Nom

Verdad

Verdad es que cada uno se rige de buena gana por su propio parecer, y se inclina más a los que siguen su sentir. Mas si Dios está entre nosotros, necesario es que dejemos algunas veces nuestro parecer por el bien de la paz. ¿Quién es tan sabio que lo sepa todo enteramente? Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Y me quedó...

Y me quedó del todo manifiesto que son buenas las cosas que se corrompen. No podrían corromperse si fueran sumamente buenas, pero tampoco se podrían corromper si no fueran buenas. Si fueran sumos bienes serían por eso incorruptibles; pero si no fueran buenas nada tendrían que pudiera corromperse. La corrupción es un daño por cuanto priva de algún bien, pues si no fuera así a nadie dañaría. Porque o bien la corrupción no implica año, lo cual es evidentemente falso, o bien, como es igualmente evidente, nos daña porque nos priva de algo bueno. Si las cosas se vieran privadas de todo bien no podrían existir en modo alguno; pero si existen y ya no admiten corrupción, ello será sólo porque son mejores y permanecen incorruptibles. ¿Y qué monstruosidad mayor que la de decir que perdiendo algo se hacen mejores? Por consiguiente: si de todo bien se ven privadas, nada son y si algo son, es porque son  buenas. El mal sobre cuya naturaleza y procedencia investigaba yo, no puede ser una sustancia,

No descubras

No   descub r as   t u   co r a z ón   a   cual q uie r a   ( E clo . ,   8,   22 ) ,   m as   co m unica   t us cosas con el sabio y temeroso de Dios. Con   los   j ó v enes   y   e x tr años   con v e r sa   poco.   Con   los   r i cos   no   seas   lison j e r o,   ni es t és de buena  g ana delan t e   de   los   g r andes.   Aco m páña t e   con   los   hu m ildes   y sencillos   y con   los   de v o t os   y bien acos t u m b r ados,   y  tr a t a con ellos cosas de edi f i cación:   No  t en g as  f a m ilia r i dad con nin g una  m u j er   m ás en   g ene r al   enco m ienda   a  Dios   t odas   las   buenas.   Desea   ser   f a m iliar   a   sólo   Dios   y a   sus   án g eles,   y hu y e   de   ser   conocido   de   los  ho m b r es. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Consideraré

Consideré todo cuanto existe debajo de ti y encontré que ni absolutamente son ni absolutamente no son. Son, pues existen fuera de ti, pero no son, por cuanto no son lo que tú eres. Porque verdadera y absolutamente es sólo aquello que permanece inconmutable. Entonces, bueno es para mí adherirme a mi Dios (Sal 72, 28); pues si no permanezco en El tampoco permanezco en mí. Y El, permaneciendo en sí mismo renueva todas las cosas (Sb 7, 27). Y Señor mío eres tú, pues no necesitas de mí (Sal 15,2). San Agustín. Confesiones

No te estimes

No te estimes por mejor que otros, porque no seas quizá tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras, porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a El muchas veces desagrada lo que a ellos contenta. Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros, porque así conservas la humildad. No te daña si te pusieres debajo de todos; mas es muy dañoso si te antepones a sólo uno. Continua paz tiene el humilde; más en el corazón del soberbio hay emulación y saña frecuente. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Claro vi

Claro vi entonces que tú corriges al hombre por sus iniquidades e hiciste a mi alma secarse como una araña (Sal 38, 12). Y me dije: "¿Acaso es inexistente la verdad por no difundirse por los lugares del espacio?". Y tú desde lejos me respondiste: Muy al contrario, yo soy El-Que-Es (Ex 3, 14). Esta palabra la oí muy adentro del corazón y no había para mí duda posible. Más fácilmente podría dudar de mi propia existencia que no de la existencia de la Verdad, pues ella se nos manifiesta a partir de la inteligencia de las cosas creadas (Rm 1, 20). San Agustín. Confesiones

Si tienes riquezas

Si   t i enes   r i q ue z as,   no  t e  g l o r í es en ellas ni en los a m i g os,   aun q ue sean pode r osos,   s i no en Dios,  q ue   t odo   lo da,   y ,   sob r e   t odo,   desea   da r se   a   Sí   m i s m o.   No   t e   ensalces   por   la   g alla r d í a   y   he rm osu r a del   cue r po,   q ue  con   pe q ueña   en f e rm edad   des tr u y e   y a f ea.   No   t e en g r í as de  t u habilidad o in g enio,   no sea   q ue   desa g r ades   a Dios,   de   q uien   es  t odo   bien   na t u r al   q ue  t u v i e r es. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

¡Oh Verdad eterna!

¡Oh Verdad eterna, oh verdadera caridad y amable eternidad! Tú eres mi Dios y por ti suspiro día y noche. Y cuando por primera vez te conocí tú me tomaste para hacerme ver que hay muchas cosas que entender y que yo no era todavía capaz de entenderlas. Y con luz de intensos rayos azotaste la debilidad de mi vista y me hiciste estremecer de amor y de temor. Entendí que me hallaba muy lejos de ti, en una región distante y extraña y sentí como si oyera tu voz que desde el cielo me dijera: "Yo soy el alimento de las almas adultas; crece y me comerás. Pero no me transformarás en ti como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en mí". San Agustín. Confesiones

Vano es

Vano es el que pone su esperanza en los hombres o en las criaturas. No te avergüences de servir a otros por amor a Jesucristo y parecer pobre en este siglo. No confíes de ti mismo, sino pon tu esperanza en Dios. Haz lo que puedas, y Dios favorecerá tu buena voluntad. No confíes en tu ciencia ni en la astucia d ningún viviente, sino en la gracia de Dios que ayuda a los humildes y abate a los presumidos. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

Advertido

Advertido quedé con todo esto de que debía entrar en mí mismo y pude conseguirlo porque tú, mi auxiliador, me ayudaste. Entré pues y de algún modo, con la mirada del alma y por encima de mi alma y de mi entendimiento, vi la luz inmutable del Señor. No era como la luz ordinaria, accesible a toda carne; ni era más grande que ella dentro del mismo género, como si la luz natural creciera y creciera en claridad hasta ocuparlo todo con su magnitud. Era una luz del todo diferente, muchísimo más fuerte que toda luz natural. No estaba sobre mi entendimiento como el aceite está sobre el agua o el cielo sobre la tierra; era superior a mí, Quien conoce esta luz conoce la Verdad y con la Verdad la eternidad. Y es la caridad quien la conoce. San Agustín. Confesiones

Cuantas veces...

  Cuantas  veces  desea el hombre desordenadamente alguna cosa,  luego pierde el sosiego. El soberbio y el avariento nunca están quietos; el pobre y el humilde de espíritu viven en mucha paz. El  hombre  que  no  es  perfectamente  mortificado  en  sí,  presto  es  tentado  y  vencido  de  cosas pequeñas y viles. El flaco de espíritu y que aún está inclinado a lo animal y sensible, con dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos. Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno le contradice. Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia; porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la paz que busca. En resistir, pues, a las pasiones se halla la, verdadera paz del corazón, y no en seguirlas. No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual. Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o me