Por la experiencia

Por la experiencia he podido comprobar que el pan mismo, bueno como es y agradable al paladar del hombre sano, no le cae bien al  paladar de un hombre enfermo; así como la luz, agradable para el ojo sano, es un martirio para el que está enfermo de los ojos. Tu justicia misma no place a los inicuos que, a la par de las víboras y los gusanos, buenos en sí, tienen afinidad con las partes inferiores de la tierra y tanto más les son afines cuanto más desemejantes son contigo; por la misma manera como los que más se te asemejan mayor conveniencia tienen con las cosas superiores. Al preguntarme pues qué es la maldad me encontré con que no es sustancia alguna, sino sólo la perversidad de un albedrío que se tuerce hacia las cosas inferiores apartándose de la suma sustancia que eres tú y que arroja de sí sus propias entrañas quedándose sólo con su hinchazón.

San Agustín. Confesiones

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