Cuantas veces...

Cuantas  veces  desea el hombre desordenadamente alguna cosa,  luego pierde el sosiego. El soberbio y el avariento nunca están quietos; el pobre y el humilde de espíritu viven en mucha paz. El  hombre  que  no  es  perfectamente  mortificado  en  sí,  presto  es  tentado  y  vencido  de  cosas pequeñas y viles. El flaco de espíritu y que aún está inclinado a lo animal y sensible, con dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos. Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno le contradice. Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia; porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la paz que busca. En resistir, pues, a las pasiones se halla la, verdadera paz del corazón, y no en seguirlas. No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual.

Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

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