No hay cordura

No hay cordura en quienes sienten disgusto por alguna de tus criaturas, como no la había en mí cuando me disgustaban algunas de las cosas que tú creaste. 
como no se atrevía mi alma a desagradarte a ti, mi Dios, prefería no admitir como tuyo lo que me disgustaba. De ahí me vino la inclinación a la teoría de las dos sustancias, en la cual, por otra parte, no hallaba quietud y tenía que decir muchos desatinos. A vueltas de estos errores me había yo imaginado un dios difuso por todos los lugares del espacio, creyendo que eso eras tú y, ese ídolo abominable para ti, lo había puesto yo en mi corazón como en un templo. Pero luego que alumbraste mi ignorante cabeza y cerraste mis ojos para que no vieran la vanidad (Sal 118, 37), me alejé un poco de mí mismo y se aplacó mi locura. Me desperté en tus brazos y comprendí que eres infinito, pero de muy otra manera; con visión que ciertamente no procedía de mi carne.

San Agustín. Confesiones

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