En ti mismo

En ti mismo no hay, en absoluto, mal alguno. Pero tampoco en el conjunto del universo, pues fuera de ti nada hay que pudiera irrumpir en él y perturbar el orden que tú le impusiste. Sin embargo, en las partes singulares del mundo hay elementos que no convienen con otros y por eso se dicen malos; pero esos mismos tienen conveniencia con otras cosas y para lelas, son buenos, además de que son buenos en sí mismos. Y todos los elementos que entre sí no concuerdan tienen clara conveniencia con esta parte inferior del mundo que llamamos "tierra" la cual tiene porque así es congruente, su cielo lleno de vientos y nubes. Lejos de mí el decir que sólo estas cosas existen. Pero si no viera yo ni conociera más que éstas, de ellas solas tendría motivo para alabarte. Porque manifiestan que eres laudable, en la tierra, los dragones y los abismos, el calor y el frío, el hielo, la nieve y el granizo y el terrible soplo de las tempestades, que obedecen a tu palabra. Que alaben siempre tu Nombre los montes y las colinas, los árboles frutales  todos los cedros. Que lo canten las bestias y todas las ovejas, los reptiles y las plumadas aves. Que los reyes de la tierra y todos los pueblos, los príncipes y los jueces de la tierra, los jóvenes y las doncellas, los ancianos y los menores de edad canten a tu Nombre.
Y como en el cielo, Señor y Dios nuestro también se te alaba, canten a tu Nombre en las alturas todos los ángeles y las virtudes; el sol y la luna, la luz y todas las estrellas, los cielos de los cielos y las aguas que contienen (Sal 148, 7-12).
No deseaba yo ya cosas mejores, pues pensé en todo lo que existe, donde los seres más perfectos son mejores que los menos perfectos; pero su conjunto es mejor todavía que los mismos seres superiores. Todo eso lo llegué a pensar con mayor cordura.

San Agustín. Confesiones

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