Pero ¡ay, alma bendita!

Pero ¡ay, alma bendita ! , si tú supieses cuánto eres amada y defendida de aquel divino Señor en medio de tus amorosos tormentos, los experimentarías tan dulces que sería necesario que hiciese Dios un milagro para que vivieses. Se constante, ¡oh alma dichosa!, sé constante, ten buen ánimo, aunque a ti misma seas insufrible, serás amparada de aquel sumo bien, y también enriquecida y amada, como si no tuvieras otra cosa que hacer, que encaminarte a la perfección, por los grados más altos del amor.

Miguel de Molinos . guía espiritual

Comentarios

Entradas populares de este blog

La alegría