Todos necesitamos ser estimulados

Todos necesitamos ser estimulados para transitar fielmente el camino todos los días, retornando a nuestra oración, cada mañana y cada tarde. Pero no necesitamos ser animados en cuanto a nuestro progreso en la disciplina. Eso sería un acercamiento completamente egoísta y egocéntrico a la oración. No obstante, no debemos desalentarnos, si reflexionamos constantemente sobre lo que Dios ha cumplimentado en Cristo. Mirándolo desde su perspectiva, es Su gloria lo que cuenta. Desde nuestra perspectiva (si estamos separados) es nuestra fe, y no nuestro progreso, lo que importa. Deberíamos, desde la pobreza de la oración, dejar todo nuestro progreso de lado. El camino de la fe es también el camino de la humildad.
Humíllense pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, los ensalce: confíenle a Él todas sus preocupaciones, pues Él cuida de ustedes.
Esta fiel humildad y humilde fidelidad es el camino de la oración. Cada vez que nos sentamos a orar, dejamos humildemente todo de lado y permanecemos disponibles al poder de Dios liberado en nuestros corazones. Debemos aprender a estar despiertos, a estar alertas. No como estamos usualmente, alertas a nosotros mismos, a nuestras ideas, temores y deseos, sino que debemos estar despiertos para Dios.
La oración cristiana no es solamente atender a Dios, sino alcanzar la plenitud del existir en Dios. Ésta es nuestra invitación y nuestra invitación es nuestro destino, otorgado a nosotros en Cristo. No se desanimen, entonces, y no traten de evaluarse en el trabajo. Medir nuestro progreso no tiene ningún significado. La única medida significativa es el poder infinito de Cristo en nuestros corazones.
La oración es el camino del ser, de ser en Dios, de estar en el amor. Sólo tenemos que continuar  en peregrinación,  en perfecta fidelidad. Continuar  repitiendo nuestro mantra lo mejor que podamos, día tras día, con creciente simplicidad y una pobreza cada vez más profunda.
John Main OSB. Silencio y quietud

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