La disciplina

Es necesario orar  todos los días y eso, también,  es duro para las personas en nuestra sociedad actual: practicar una disciplina que no tiene que ver con el rédito que podremos sacar de ella, sino una disciplina simplemente involucrada en ser. Ser la persona para la que hemos sido creados  es permanecer  arraigados  en lo profundo  de nuestro propio centro espiritual. Para alcanzarlo, necesitamos sim­plemente retornar  a diario, cada mañana y cada tarde, a la práctica. Repetir nuestro mantra, hacer sonar nuestra palabra, para entrar en una simplicidad cada vez más profunda. Aristóteles definió la eternidad como el "perpetuo  ahora". La fuerza de la oración reside en buscar y permanecer totalmente en este preciso momento, sin pensar en el pasado, ni lamentándonos por él ni analizándolo. Ni tampoco planeando el futuro. Dios es Amor. Dios es ahora.
Una de las cuestiones con las que nos enfrentamos  cuando a pren­demos a orar es la dificultad que tenemos para imaginar que el pensamiento no es la más elevada y esencial actividad del ser humano. Puede parecer escandaloso para las personas que escuchan hablar de la oración por primera vez-especialmente si se trata de un grupo religioso-, cuando les digo: "Deben  aprender  a no pensar en Dios''. Y pueden escandalizarse aún más si les digo: ''La oración en esencia, no es ni hablar imaginariamente con Dios ni pensar en Él". Quedan evidentemente impactadas. Pero  es verdad.  Cada uno de nosotros posee un potencial mucho más grande que el mero pensamiento.
John Main OSB. Silencio y quietud

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