Allí donde Dios reina de mí, me percibo a mí mismo de una forma nueva. La mística nunca es sólo experiencia de Dios, sino también y siempre una nueva forma de autoexperiencia. Allí donde el reino de Dios está en mí, soy libre frente al poder de los humanos, sus pretensiones, sus expectativas, sus juicios, su rechazo o su aceptación. Soy libre también allí de mi propio super-yo, con sus autodescalificaciones y reproches, libre de pasiones como la angustia, la ira, los celos o la preocupación. Allí donde Cristo, El Salvador, habita en mí, allí estoy sano, integrado. En el espacio interior del alma no pueden penetrar las ofensas que me hacen otros. Allí nadie me puede herir. Allí, el núcleo más íntimo que hay en mí está sano, y yo soy "autós", en el sentido en que entendió esta palabra la filosofía estoica: genuino, enteramente yo mismo, auténtico. Ahí encuentro mi verdadero yo, soy puro y limpio. Mi núcleo más íntimo no está infectado de culpa ni pecado; Al contrario, en el brilla sobre mí, sin mancha ni falsedad, el resplandor de Dios. Anselm Grün. La mística

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