La oración no me puede garantizar una experiencia de Dios. Dios no se deja manejar. Pero la oración me puede a llevar, aun en medio de toda la agitación exterior, al espacio interior de silencio. A veces experimento este espacio vacío y nada más. Otras veces, en cambio, está lleno de amor y misericordia de Dios. Entonces, en ese espacio, me adentro en mi mismo y en Dios. Por un instante barrunto la presencia sanante, liberadora y amorosa de Dios en mí. Pero para mí lo importante es que el camino hacia ese espacio interior pasa sólo a través de mi propia verdad. Tengo que descender al espacio del silencio pasando por mis pensamientos y mis emociones, por mis pasiones y por el dolor de mi mediocridad. Me encuentro, pues, con mi realidad, pero no me quedo clavado en ella, sino que a través de ella voy hasta el fondo de mi alma. Allí barrunto a Dios, que en mí sigue siendo siempre el misterio incomprensible, del que no puedo disponer a voluntad. Anselm Grun OSB. La mística

Comentarios

Entradas populares de este blog

La alegría