Tú estabas a mi vera cuando pensaba yo todo esto; yo suspiraba y tú me oías; yo andaba fluctuando y tú me gobernabas, sin abandonarme cuando iba yo por el ancho camino de este siglo.
La oración es tan importante porque es la conciencia pura de Jesús que quema nuestro ego. Su gloria es el poder de una humanidad plenamente realizada, y el comprometernos en una relación con esa humanidad nos posibilita para actuar más allá de los confines de nuestras autolimitadas percepciones. La gloria es lo que quema lo pecaminoso. El camino cristiano se centra en Cristo, antes que en las ilusiones de nuestra prisión egocéntrica. No tenemos que concentramos en nuestras ilusiones o tendencias pecaminosas, sino, simplemente -y esto no significa fácilmente-, permitir que la gloria de Cristo las disipe, denunciándolas como la simulación que son. La gloria disipa completamente cualquier cosa que no sea gloriosa. De esto se trata la oración cristiana. No es el autorrechazo o la humildad engañosa. Ni tampoco la dependencia egocéntrica o el temor a un Dios paternalista. Ni tampoco es el juego psicológico de nuestra propia mente. La oraci...
El fin real de la oración es enseñarnos a tomar conciencia de la presencia de Dios, y llevarnos a un estado casi constante de atención amorosa a Dios y dependencia de Él. Thomas Merton OSB. Nuevas semillas de contemplación
Comentarios
Publicar un comentario