Pero cuando llegué

Pero cuando llegué a comprobar que en el pensamiento de los hijos que tú engendraste en el seno de la Iglesia católica, tú creaste al hombre a tu imagen y semejanza pero tú mismo no quedabas contenido y terminado en la forma humana corporal y, aunque ni de lejos barruntaba yo lo tenue y enigmática que es la naturaleza de los seres espirituales, sin embargo, me avergoncé, lleno de felicidad, de haber por tantos años ladrado no contra la fe católica, sino contra meras ficciones de pensamiento carnal. Tan impío había yo sido, que en vez de buscar lo que tenía que aprender, lo había temerariamente negado. Porque tú eres al mismo tiempo inaccesible y próximo, secretísimo y presentísimo; no tienes partes ni mayores ni menores, pues en todas partes estás de manera total; ningún lugar te contiene  y, ciertamente, no la forma corporal del hombre. Y sin embargo, tú hiciste al hombre a tu imagen y semejanza y, ¡él sí que está, del cabeza a los pies, contenido en un lugar!

San Agustín. Confesiones

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