Esperanza mía

¡Oh Dios, esperanza mía desde la juventud! ¿Dónde estabas entonces para mí, o dónde te habías retirado? ¿No eras tú mi creador, el que me había distinguido de los cuadrúpedos y los volátiles? Más sabio que ellos me hiciste y sin embargo, andaba yo resbalando en las tinieblas; te buscaba fuera de mí y no te podía encontrar. Había yo caído, ¡oh Dios de mi corazón! En lo hondo del abismo y con total desconfianza desesperaba de llegar a la verdad.

San Agustín. Confesiones

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