Pero tú, Señor

Pero tú, Señor, que presides el destino de todo cuanto creaste, no te habías olvidado de quien iba a ser más tarde entre tus hijos ministro de tus sagrados misterios. Y para que su corrección no pudiera atribuirse a nadie sino a ti, quisiste valerte de mí para conseguirla, pero no sabiéndolo yo. 

San Agustín. Confesiones

Comentarios

Entradas populares de este blog

La alegría