Carl G. Jung dice que, en nosotros, hay siempre dos polos: miedo y confianza, amor y agresión, tristeza y gozo, fuerza y debilidad. Pero que, con frecuencia, estamos fijados en uno solo, por ejemplo, el del miedo. El miedo se manifiesta entonces en pensamientos tales como: " No puedo, tengo miedo, que piensan los otros de mí, me culpo a mí mismo ". Yo puedo preguntar a este miedo qué es lo que quieres decirme. Pero también puedo dirigirme a él con el salmo 118: " el Señor está conmigo, nada temo. ¿Qué podrá hacerme el hombre? ". Éste versículo del salmo no acabará con el miedo, pero podrá ponerme en contacto con la confianza que también hay oculta en mí. Porque en mi no hay solo miedo, hay también confianza. Las palabras de la Escritura me ponen en contacto con lo que está ya en mí, y a través de ello, puedo hacer consciente, y crecer, mi confianza. Esto relativiza el miedo. Este método sale al paso de los pensamientos para que no se asienten en mi ni me determinen los pensamientos negativos. Anselm Grun. La sabiduría de los padres del desierto

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