Se dice del anciano padre Juan que, al regresar del trabajo de la recolección o de estar con los ancianos, se tomaba tiempo primero para orar, meditar el canto de los salmos, hasta que su pensamiento volvía de nuevo al orden anterior. Juan dejaba curso libre a las emociones que habían surgido de la conversación con los hermanos, y se tomaba tiempo, primero, para la oración, para poder esclarecer las emociones. Si nosotros venimos a casa con las emociones no controladas y las atiborramos de actividad de cualquier tipo que sea, entonces se asentarán en el subconsciente y desde ahí causaran en nosotros una difusa insatisfacción. Hay que poner en orden la vida exterior, y lo mismo hay que hacer con los pensamientos. Los pensamientos desordenados, así dicen los primeros padres, trastornan al monje y le entregan a sus pasiones. Quien deja curso libre a sus pensamientos y sentimientos sin ocuparse de ellos, será infectado por ellos interiormente. Sin darse cuenta, se verá dirigido por impulsos del subconsciente y perderá su libertad. Anselm Grun OSB. La sabiduría de los padres del desierto

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