Aun cuando poseyera cuanto se ha dicho, seguiría sin ser nada al lado de aquello que yo amo en él, aquello que él no dará a nadie más que a sí mismo, aquello que debe retener de acuerdo con la justicia divina. Y por tanto, afirmo, y es verdad, que no se me puede dar nada de cuanto existe. Y esta queja que me oís expresar, dama Razón —dice el Alma—, es mi todo y lo mejor de mí si se entiende correctamente. ¡Ah, qué dulce es entender esto! Por Dios, entendedlo plenamente, pues no otra cosa es el paraíso sino ese mismo entender. El espejo de las almas simples. Margarita Porete

Comentarios

Entradas populares de este blog

La alegría