Abísmate en lo más profundo de tu alma y piensa en ti de esta manera simple y elemental. (Otros, refiriéndose a lo mismo, desde su propia experiencia, hablan del «ápice» del alma, y llaman a esta conciencia la «más alta sabiduría humana»). De todos modos, no pienses en lo que eres sino que eres o existes. Pues sin duda percibir lo que eres exige el esfuerzo de tu inteligencia y una buena dosis de reflexión y sutil introspección. Pero esto ya lo has hecho bastante tiempo con la ayuda de la gracia; y hasta cierto punto (en la medida en que te es necesario por el momento) entiendes lo que realmente eres -un ser humano por naturaleza, y un ser despreciable, caído por el pecado, digno de compasión-. Tú sabes bien esto. Y probablemente crees también que tú solo conoces demasiado bien, por experiencia, los vicios que siguen y se apoderan del hombre a causa del pecado. ¡Recházalos! ¡Olvídalos, te lo ruego! No reflexiones más sobre ellos por miedo a contaminarte. Recuerda, más bien, que posees una habilidad innata para conocer que eres o existes, y que puedes experimentar esto sin ninguna disposición especial natural o adquirida. El libro de la Orientación Particular. Anónimo

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