Sí, día tras día, nos consagramos enteramente al cumplimiento perfecto de nuestros deberes espirituales, Él nos hará entrar gradualmente en una intimidad más profunda, en la que, incluso fuera del tiempo dedicado a la oración, no tendremos dificultad alguna para mantener una lúcida conciencia de Su presencia divina. Pero además, el habituarnos con diligencia la presencia de Dios mediante la fervorosa elevación de la propia alma hacia Él en medio de nuestras ocupaciones y en nuestros momentos de expansión, se verá recompensado con más abundantes gracias. Hemos de empeñarnos por vivir a solas con Jesús en el santuario interior de nuestro corazón.

Teresa de Calcuta. Mis oraciones

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