Si alguno

Si alguno, amonestado una vez o dos, no se enmendare, no porfíes con él, sino recomiéndalo todo a Dios, para que se haga su voluntad y Él sea honrado en todos sus siervos, que sabe sacar de los males  bienes. Estudia y aprende a sufrir con paciencia cualesquiera defectos y flaquezas ajenos, pues tú también tienes mucho en que te sufran los otros. Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo? De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los propios defectos. Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser corregidos. parécenos mal si a nosotros se les da larga licencia, y nosotros no queremos que cosa que pedimos se nos niegue. Queremos que los demás estén sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos. Si todos fuesen perfectos, ¿qué teníamos que sufrir por Dios de nuestros hermanos? Pero así lo ordenó Dios para que aprendamos a Llevar recíprocamente nuestras cargas (Gal, 6,2); porque ninguno hay sin ellas, ninguno sin defecto, ninguno es suficiente ni cumplidamente sabio para sí; antes importa llevarnos, consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos. De cuánta virtud sea cada uno, mejor se descubre en la ocasión de la adversidad. Porque las ocasiones no hacen al hombre flaco, pero declaran lo que es.


Thomas Kempis. De la imitación de Cristo o menosprecio del mundo

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