A dónde...

¿A dónde vais pues, una vez y otra vez, por caminos difíciles y laboriosos? Buscad la paz que queréis encontrar; pero la paz no está en donde la andáis buscando. Pues, ¿cómo hablar de una vida feliz cuando ni siquiera es vida? Cristo, nuestra vida, bajó acá para llevarse nuestra muerte y matarla con la abundancia de su vida; con tonante voz nos llamó para que volviéramos a Él en el secreto santuario de aquel vientre virginal en que Él se desposó con la humana criatura, carne mortal, pero no para siempre mortal; y de ahí, como esposo que sale de su tálamo se llenó de exultación, gigante ansioso de recorrer su camino (Sal 18, 6). Porque no se tardó, sino que corrió, clamando con los dichos, con los hechos, con su muerte, con su vida, con su descenso y su ascenso, que volvamos El. Y luego desapareció de nuestra vista para que lo busquemos en nuestro corazón y allí lo encontremos.
San Agustín. Confesiones

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