La abrumadora percepción de la propia nulidad por una parte, y la contemplación de la grandeza inefable de Aquel a quien buscamos, por otra, hacer imposible un juicio cierto sobre nuestra situación real: ¿nos acercamos a Dios o, por el contrario, nos alejamos de Él? El hombre progresa con más rapidez en la contemplación de la santidad de Dios que en su capacidad de conformar su vida con el mandamiento. De ahí la impresión de que la distancia entre nosotros y Dios no cesa de aumentar.

La Oración, experiencia de eternidad. Archimandrita Sophrony

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