La forma

La forma en que los primeros Padres de la Iglesia veían la relación entre nuestra “Marta” y nuestra “María”, entre el "ego" y el "yo", nuestra chispa Divina, queda muy bien ilustrado en las enseñanzas de Clemente de Alejandría (150-215).

Sabemos realmente muy poco acerca de Clemente de Alejandría, como ocurre con la mayoría de las figuras más destacadas en estos primeros siglos del cristianismo. Clemente nació alrededor del 150 e.c. probablemente en Atenas, ya que estaba muy familiarizado con la cultura y la literatura griegas. Sabemos que sus padres eran paganos y que estudió filosofía en Atenas. Clemente fue una persona que llegó a la fe de forma tardía. Fue un converso. Como muchos jóvenes buscadores de su época, viajó mucho y exploró diferentes escuelas. En algún momento antes de su llegada a Alejandría, descubrió el cristianismo. Su reto era entender el cristianismo en el contexto de su propia educación griega. De esta manera, se convirtió en el primer filósofo / teólogo cristiano, que trató de expresar la experiencia mística y la relación entre el alma humana y la divina.

Como el profesor y reverendo Andrew Louth explica en un capítulo del libro "Viaje al Corazón", la idea central de la enseñanza de Clemente viene de la mano de la interioridad humana, del sentido de lo que realmente está oculto dentro de nosotros y que, por lo tanto, debemos buscar. El primer paso para llegar al conocimiento es el de la exploración. Por ello, lo primero que debemos hacer es conocernos a nosotros mismos. Así es como comienza nuestro viaje de autodescubrimiento. El "yo" es el "alma", aunque Platón y Clemente utilizan el término "psique" que significa "fuerza vital". Ellos llegaron a afirmar que somos almas que habitamos cuerpos. “No negaron que seamos almas y cuerpos, pero la esencia de lo que realmente somos se encuentra en el alma".

Los griegos creían que el punto más elevado de nuestra alma era el "nous", nuestra forma intuitiva de entender la realidad. Clemente interpretó esto en términos cristianos como la "imagen de Dios dentro de nosotros, donde somos "semejantes" a Dios y, por tanto, podemos relacionarnos con Él”.

Como Andrew Louth sigue explicando:

La palabra "nous" es difícil de traducir. La traducción literal sería "intelecto", pero el problema con este término es que no transmite plenamente lo que los griegos querían expresar. Para Platón el "nous" o el alma estaba justo en el centro de lo que significaba ser humano. "Nous" incluye una capacidad intelectual, pero abarca mucho más que eso. Significaba un sentido del valor real de las cosas, el conocimiento de la Verdad.

De hecho, nuestro "nous" es nuestro punto de contacto con Dios. Platón creía que el alma, o el "nous", puede ocuparse del mundo y de la realidad cambiante en la que vivimos o puede intentar ver qué hay detrás de esa realidad y tratar de descubrir la naturaleza de la Verdad misma.

Cuando miramos más allá, suceden dos cosas. En primer lugar, entramos en esa Realidad misma, que nos permite juzgar las cosas de manera directa y correcta. En segundo lugar, descubrimos quiénes somos realmente. Descubrimos en nosotros mismos un centro que es capaz de relacionarse con la Realidad misma, que no se distrae con las cosas de este mundo. Un centro que no siente la tentación de construir su propia imagen del mundo, según le gustaría a nuestro ego. En ese punto, somos seres puramente espirituales, seres completamente libres. Nos vemos como reflejo de Dios.

El "nous" también es considerado como "el órgano de la oración”, subrayando que la oración / meditación que conduce a una oración profunda y silenciosa es el camino para un "compromiso con la Realidad genuina, que es Dios".

Kim Nataraja

Traducido por Comunidad Mundial De Meditación España

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