Un espíritu

Un espíritu humano sano necesita expandirse. Todos nosotros necesitamos espacio para respirar, para extendernos, para llenar nuestras vidas con la verdad, con el amor. Y si estamos sanos, sabremos que debemos cruzar la frontera de lo que está más allá.
El espíritu sano es el de un explorador que no tiene miedo al más allá. No sentimos cansancio para iniciar la búsqueda de aquello que está delante de nosotros. Un espíritu que está verdaderamente sano sabe que no hay un futuro para nosotros a menos que nos acerquemos con el corazón abierto.
La meditación es simplemente una manera de lograr esa salud de espíritu, ese estado en el que nuestro espíritu no se encuentra abrumado por las trivialidades o por las cosas materiales. Se trata de un estado en el que estamos abiertos a la verdad fundamental, al amor fundamental, en el que somos llamados más allá de lo simplemente trivial. Estamos convocados a vivir la vida, no desde la superficialidad sino desde las fuentes profundas del ser.
La última frontera que tenemos que cruzar es la de nuestra propia identidad, es decir, traspasar los límites de nuestro propio aislamiento. Estamos llamados a ser uno con todo, a ser uno con el Todo. Y ello implica poner en práctica en nuestro interior aquello que Jesús continuamente nos pide: “Aquel que quiera encontrar la vida, la perderá”. 
La disciplina del palabra sagrada y de la práctica diaria de la oración es simplemente ese compromiso a retirarse de cuanto sucede y a vivir nuestra vida desde la fuente de todo ser. Por eso, debemos abandonar las imágenes y los pensamientos y permanecer en silencio, tan profundamente en silencio como podamos, en presencia del autor de la vida, del autor del Amor. 

Carla Cooper

Traducido por Comunidad Mundial De Meditación España


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