Queridos amigos

Hoy en día, el ritmo de vida, la incertidumbre y la inmensa interconexión que existe entre los diferentes puntos de inflexión global –desde los alimentos, la tierra y el agua hasta la biodiversidad y los sistemas financieros- nos están confrontando con lo que Simon Weil llamó “una nueva santidad”. Una nueva santidad tan necesaria para el mundo actual como “la necesidad de médicos en una ciudad afectada por una epidemia”. Ella creía que es “casi equivalente a una nueva revelación del universo y del destino humano. Es la manifestación de una gran parte de la verdad y la belleza que está oculta bajo una gruesa capa de polvo”.

Actualmente, el uso de la palabra santidad puede producir rechazo a muchas personas. Sin embargo, muestra cómo las antiguas palabras de nuestro vocabulario religioso familiar –cubiertas de polvo desde hace mucho- pueden ser rehabilitadas para que recuperen su valor original… Su “nueva santidad” es una revelación… acerca de la universalidad y la integración del mundo y todos sus habitantes. Es nuevo y sin embargo, lleva mucho tiempo intentando penetrar con plenitud: “no existe tal cosa como judío y griego, esclavo y hombre libre, hombre y mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3.28).

Esta visión de carácter paulino, pone en el mismo saco lo social y lo místico. Igual que hizo Jesús, quebranta toda estructura de poder que eleva al absoluto cualquier distinción entre personas- los sistemas de casta, sociales, religiosos, económicos o culturales en los que vivimos localmente. Confronta los entornos seguros de lo local con la visión perturbadora y embriagadora de lo global, en la que los horizontes se colapsan hacia dentro. Cuando éstos caen, emerge lo universal –siempre más como una manera de percibir que como un objeto percibido. (…)


Encontrarse con el Cristo resucitado y universal es estar “en Cristo”. Como se desprende claramente de las historias de la resurrección, él no puede ser asido como un objeto o simplemente observado. Tan pronto como intentamos hacer esto, desaparece. Sólo puede ser visto, sólo podemos verle desde el nivel de conciencia que la frase “en Cristo” trata de describir. Es más fácil describir los efectos de esta experiencia que explicar cómo sucede. Por eso Pablo, que conoció la experiencia de primera mano y fue transformado por ella, nos dice: “si alguien está en Cristo, le ha llegado la nueva creación. La antigua se ha ido y la nueva está aquí” (2 Cor, 5:17)


La resurrección nos devuelve al mundo con una visión y comprensión renovadas. La nueva creación es una manera de estar en el mundo, liberada de las antiguas compulsiones de la adicción a la violencia como forma de resolver los conflictos y de los repetitivos patrones de opresión y explotación que han culminado en la crisis actual.


El reto para el Cristiano contemporáneo es que identificar nuestra crisis con el misterio cristiano no significa que podamos resolver el problema bautizando a todo el mundo. (…) El significado de la palabra “misión” ha cambiado para el cristiano moderno porque ha cambiado la situación del mundo y hacia dónde va encaminado. Quien asume su parte en cambiar una crisis, sale de ella, transformado. La identidad cristiana también evoluciona –de hecho, se enriquece y eleva- cuando arriesgamos nuestra fe en el encuentro real con los problemas del mundo.


Posicionarse por encima de la lucha, juzgando desde una postura de superioridad es terminar con una mentalidad blindada, un fundamentalismo y exclusivismo que termina por erosionar la fe, porque erosiona la compasión. Creer en una nueva creación, más que en otra creación, significa que podemos ayudar a inclinar la crisis colectiva hacia la esperanza y el cambio positivo, en lugar de dejar que vaya hacia la desesperación y la catástrofe.


Un extracto de “Queridos amigos”, una carta de Laurence Freeman OSB, (Christian Meditation Newsletter, Vol. 35, No. 1 Abril 2011).

Carla Cooper


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