Para prestar atención

Artículo publicado originalmente en la web de los Dominicos de España

Para prestar atención a la oración es necesario acallar el ego.
El silencio es la descolonización del ego.
El ego es el centro de nuestro afán de tener, saber y poder: es el trío que nos domina.
“Lo propio del ego es alcanzar, conquistar, llegar, tener, poseer; lo propio del interior es dar, ofertar, regalar, ofrecer, sencillamente dar […]. El ego vive con gran inseguridad apoyándose en lo que logra, en lo que tiene […]. Por el contrario, cuando uno está en el plano interior, allí no se teme nada porque ya se ha ganado todo”(Desde, 113).
“Y también le preguntan al monje: ‘¿Pero cómo has huido del mundo?’. Y él decía: ‘No, no, yo no he huido del mundo, es el mundo quien ha ido huyendo de mí. Se ha ido todo lo que no necesito” (Desde, 94).
Nuestro ego necesita siempre alimentarse de ideas y pensamientos para sentirse que está vivo. Sólo presta atención a lo complejo, por eso no valora la experiencia del silencio.
Si durante la oración nos dejamos llevar demasiado tiempo por el ego, cuando queremos volver al corazón, ya no recordamos el camino, nos hemos perdido.
El ego no se ha de transformar, sino que ha de morir. Nuestro ego se ha de extinguir.
Pero debemos tener paciencia con el ego.
“El ego humano es el que lleva en la memoria todos los conflictos, los sufrimientos, los contratiempos”(Sementera, 83).
“En cambio cuando hay ego las cosas huyen de nosotros, las personas también huyen de nosotros cuando vamos a ellas con afán posesivo” (Desde, 28).
“Sólo cuando no hay ego hay comunión”(Desde, 114).
“El verdadero silencio es el silencio de nuestro ego. Se puede estar todo el día callado pero todo el día juzgando y ambicionando; entonces no se está en silencio, es un pseudosilencio; pero se puede estar todo el día hablando y todo el día acogiendo, tolerando, transigiendo: está en silencio. El maravilloso silencio es en el que no se busca nada” (Desde, 136; cf. Alcoba, 95-96).
“Huir del mundo es huir del ego, es decir, de todas las tendencias superficiales que hay en nuestra existencia. En el fondo es pasar de los maestros exteriores al Maestro interior […]: ‘No llaméis a nadie Maestro porque solo uno es vuestro Maestro’ [cf. Mt 23,8]” (Sementera, 53).
“Cuando desaparece el ego se nos revela nuestro misterio interior. Igual que es el fondo el que da color a todo el estanque, es nuestra hondura la que da color a todo nuestro vivir; y por eso, en esta conciencia que se despierta en el silencio no se mueve el ego” (Desde, 76).

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