Las distracciones

Si nunca hemos tenido distracciones no sabemos orar, ya que el secreto de la oración es el hambre de Dios y de la visión de Dios, un hambre que se encuentra en un nivel mucho más profundo que el del lenguaje o el afecto. Y quien es perseguido por su memoria e imaginación con una multitud de inútiles incluso malos pensamientos e imágenes, puede a veces verse obligado a orar mucho mejor, en las profundidades de su corazón asesinado, que aquel cuya mente está repleta de conceptos claros, propósitos brillantes y actos de amor fáciles.

Thomas Merton OSB. Nuevas semillas de contemplación

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