La mística
Cuando en la mística se habla de la muerte del
yo, no hay que pensar que hay que destruir el yo. Más bien, lo que se entiende
por la muerte del yo, es la liberación de todas las autovaloraciónes
equivocadas y de las ilusiones que nos hemos ido forjando sobre nosotros
mismos. Cuando nos abrimos a la vida con sus altos y bajos, con sus éxitos y
sus fracasos, entonces desaparece poco a poco la engañosa ilusión de que, mediante
la psicología o la espiritualidad, podríamos garantizar el éxito de nuestra
existencia. Nuestras ideas de la vida se hace añicos y, de este modo, nuestro
yo se abre al misterio de Dios. Una enfermedad puede quitarnos la ilusión de
que con una alimentación sana o con una espiritualidad sana podríamos
garantizar nuestro buen estado de salud. El fracaso en el matrimonio o en la
profesión echa por tierra nuestra ilusión de que es posible conseguirlo todo
con sólo rezar suficientemente. Incluso una culpa puede transformarse en
beneficiosa, si nos libera de la imaginación de que, con la oración y la oración,
nos hacemos cada vez más espirituales y podemos considerarnos superiores a los
"pecadores". Si consideramos la vida, con todo lo que en ella nos
acontece, desde la perspectiva de Dios, esa reflexión hará añicos nuestro
estrecho ego, haciéndonos cada vez más sabios. En lugar de la muerte del yo,
hay que hablar de la autotranscendencia . Esto no sólo nos abre a Dios, sino
que crea también una nueva relación con el mundo y con todos los hombres. Aquí
ya no se experimenta uno a sí mismo como un ser aislado, sino como parte de un
todo mayor, como ser profundamente unido y en relación con todo. Se deja de
perseguir exclusivamente objetivos egocéntricos. Más bien, se siente uno
dispuesto a servir. El objetivo no es dominar el mundo, sino tener una parte en
el misterio del ser.
El ser libre del dominio del ego confiere una nueva cualidad a nuestro pensamiento y a nuestra actividad. Se nota en una persona si sólo gira en torno al yo en todas las cosas, incluso si su itinerario místico no es más que un viaje de placer alrededor del ego, o si en realidad lo que cuenta para él es Dios. Karl Rahner define la experiencia mística más profunda, como un capitular ante el misterio de Dios, un rendirse a la incomprensibilidad de Dios que ya no es utilizado para inflar el propio ego, sino que es la meta de nuestros afanes. El final de este afán no es un éxito que se pueda medir, sino un entregarse, más aún, un olvidarse de sí. Abandonándome en las manos de Dios, me olvido de mí mismo. Y olvidándome de mi mismo, soy enteramente libre del terror de mí yo. Es entonces cuando lo que realmente me importa es sólo Dios. Precisamente así es como llego a ser verdaderamente persona humana.
El ser libre del dominio del ego confiere una nueva cualidad a nuestro pensamiento y a nuestra actividad. Se nota en una persona si sólo gira en torno al yo en todas las cosas, incluso si su itinerario místico no es más que un viaje de placer alrededor del ego, o si en realidad lo que cuenta para él es Dios. Karl Rahner define la experiencia mística más profunda, como un capitular ante el misterio de Dios, un rendirse a la incomprensibilidad de Dios que ya no es utilizado para inflar el propio ego, sino que es la meta de nuestros afanes. El final de este afán no es un éxito que se pueda medir, sino un entregarse, más aún, un olvidarse de sí. Abandonándome en las manos de Dios, me olvido de mí mismo. Y olvidándome de mi mismo, soy enteramente libre del terror de mí yo. Es entonces cuando lo que realmente me importa es sólo Dios. Precisamente así es como llego a ser verdaderamente persona humana.
Anselm Grün OSB. La mística: Descubrir el
espacio interior
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