Cómo podría aquí cuando la tarde baja con fina piel de leopardo hacia tu demorado cuerpo no ver tu transparencia. Enciende sobre el aire mortal que nos rodea tu luminosa sombra. En lo recóndito te das sin terminar de darte y quedo encendido de ti como respuesta engendrada de ti desde mi centro. Quién eres tú, quién soy, dónde terminan, dime, las fronteras y en qué extremo de tu respiración o tu materia no me respiro dentro de tu aliento. Que tus manos me hagan para siempre, que las mías te hagan para siempre y pueda el tenue soplo de un dios hacer volar al pajarillo de arcilla para siempre. José Ángel Valente . Limos del verbo  

Comentarios

Entradas populares de este blog

La alegría