Escucha, Dios. Yo nunca hablé contigo. Hoy quiero saludarte. ¿Cómo estás? Tú sabes, me decían que no existes. Y yo, tonto, creí que era verdad. Anoche vi tu cielo. Me encontraba oculto en un hoyo de granada. Quién iría a creer que para verte bastaba con tenderse uno de espaldas. No sé si aún querrás darme la mano. Al menos creo que me entiendes. Disculpa, debo irme. La ofensiva será horrible esta noche. Quién sabe, tal vez llame yo a tu puerta. ¿Me recibirás si hasta ti llego? Tarde te descubrí, cuánto lo siento. ¡Qué raro! Sin temor voy a la muerte. PLEGARIA DE UN SOLDADO El texto anterior se encontró en el bolsillo de un soldado muerto en acción durante una de las tantas terribles guerras del siglo XX.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La alegría