En esta vida

En esta vida existen dos formas del saber relativo a la vida eterna. Una consiste en el hecho de que Dios mismo se lo diga al hombre o se lo anuncie por intermedio de un ángel o que se lo revele mediante una iluminación especial. Esto sucede raras veces y sólo a pocas personas. El otro saber es incomparablemente mejor y más útil y a menudo les cae en suerte a todos los hombres que aman con perfección: consiste en que el hombre por amor y a causa del trato íntimo que tiene con su Dios, confía tan completamente en Él y se siente tan seguro de Él, que nunca podría dudar y esto le da tanta seguridad que lo ama en todas las criaturas sin distinción. Y aun cuando todas las criaturas se le opusieran y lo abandonaran bajo juramento e incluso si Dios mismo se le opusiera, él no desconfiaría, porque el amor no puede desconfiar, lleno de confianza no espera sino cosas buenas. Y no hace falta que se le diga algo [explícitamente] al amante y al amado; porque [Dios] cuando siente que el [hombre] es su amigo, conoce al mismo tiempo todo cuanto es bueno para él y forma parte de su bienaventuranza. Pues, por más amor que le tengas, has de estar seguro de que Él te tendrá un amor desmedidamente mayor y más fuerte y que confiará incomparablemente más en ti. Porque Él es la lealtad misma; de esto hay que estar seguro y esta certidumbre la tienen todos cuantos lo aman. Esta seguridad es mucho más grande, perfecta y genuina que la primera y no puede engañar. La intuición, en cambio, podría engañar y fácilmente podría tratarse de una iluminación falsa. Esta [seguridad], empero, se siente en todas las potencias del alma y no puede ser engaño en todos cuantos aman verdaderamente a Él; ellos lo dudan tan poco como dudan de Dios [mismo], ya que el amor expulsa todo el temor. «El amor no tiene temor» (1 Juan 4, 18), según dice San Pablo y también está escrito: «El amor cubre la plenitud de los pecados» (1 Pedro 4,8). Pues allí donde se cometen pecados, no puede haber plena confianza ni amor; porque éste cubre por completo el pecado; no sabe nada de pecados. No es como si uno no hubiera pecado, sino que [el amor] borra completa- mente los pecados, y los expulsa como si nunca hubiesen existido. Pues todas las obras de Dios son tan completamente perfectas y de riqueza sobreabundante que Él, a quien perdona, lo perdona enteramente y sin reserva, y con mucho mayor agrado los [pecados] grandes que los pequeños y esto produce una confianza cabal. Considero que este saber es infinita e incomparablemente mejor y trae más recompensa y es más genuino que el primero; ya que para él ni el pecado ni cualquier otra cosa constituyen un estorbo. Porque, a quien Dios encuentra lleno de determinado amor lo juzga también de manera proporcional, no importa que haya pecado mucho o nada. Pero aquel a quien se le perdona más, también debe amar más, según dijo Cristo, Nuestro Señor: «Aquel a quien se le perdona más, que ame también más» (Cfr. Lucas 7, 47).

Maestro Eckhart. Tratados y sermones

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